jueves, 22 de octubre de 2009

Té inglés

El filósofo japonés Kakuzo Okakura escribió "el sabor del té tiene un encanto sutil que lo hace irresistible" pero bien lo podía haber escrito la responsable de mi existencia.
Desde pequeña mi madre me inculcó el gusto por el té (he de confesar que leí casi por completo la extensa obra de Proust fascinada por el célebre pasaje de la magdalena intentando capturar los recuerdos de mi propia infancia).
Más que una bebida el "teísmo" es para mí toda una filosofía tanto en el plano estético como el moral: beber, lo que sea, puede convertirse en un tribuna ideológica y marcar un época, sin embargo el té carece de la arrogancia del vino, del individualismo del café, de la inocencia sonriente del cacao... Se podría construir un catálogo de almas humanas a través del té: al hombre insensible a los episodios absurdos del drama de vivir "le falta té"; al esteta que indiferente a la tragedia humana se abandona a sus emociones tiene "exceso de té"... habría que pensar que tipo de alma posee quien como yo lo tome al estilo inglés.

2 comentarios:

Francisco Sianes dijo...

Cioran recordaba en alguno de los jirones de su obra a un amigo al que le encomiaba las virtudes del Nirvana (si es que del Nirvana es lícito predicar algo, añado yo). El amigo, impaciente, contestaba: "Sí, Sí: el Nirvana; pero con café". Todos tenemos una debilidad que nos privará de la dicha completa, concluía Cioran.

Se ve que lo mío (ay, mi biografía como testigo) es el individualismo cafetero.

M. Román Espín dijo...

Mi autobiografía es testigo del individualismo tetero, pero las penas con té son menos penas.