A los diez años se me ocurrió después de ver una película que quería tener mi propia religión de modo que antes de irme a dormir esa noche inventé un rito en pocos minutos, y le recé a mi dios imaginario. Mi papel era el de sacerdotisa suprema, única capaz de invocar a dicha deidad. Como en todos los casos, mi religión sucumbió a los pocos días, justo cuando se convirtió en pesadumbre arrodillarme frente a la cama y rezar antes de dormir - el fetichismo mató a la creencia-.
2 comentarios:
Querida amiga: a mi me vino a ocurrir lo mismo.
Querida Ana:
Algún día tienes que contarme en que consistía tu rito.
Un saludo
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