Un exagerado optimismo en las posibilidades de influir sobre el propio destino corre el riesgo de llevarnos a una derrota sumamente dolorosa en caso de desengaño. Por otra parte, la renuncia voluntaria a los deseos podría suponer un desperdicio de nuestras posibilidades. Entre la aventura despreocupada e ingenua y el escapismo atemorizado e inseguro resulta difícil trazar la línea de coraje que no se resigna, y sin embargo, es precisamente ahí donde se mueve nuestra existencia cotidiana.
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