viernes, 29 de agosto de 2008

Confusiones

Llegué a la oficina como cada día, pasé por su mesa y saludé educadamente ya que, tras un par de encuentros lujuriosos, nuestra relación se reducía a pura cortesía propia de compañeros de trabajo. Me llamó para decirme que tenía tenía algo que devolverme, sacó un cinturón que creía mío, sonriendo afirmé no ser la dueña de dicho complemento.  Su sorpresa fue tal que no dudó en exclamar que no lograba recordar a la propietaria del mismo ya que por su hogar se asemejaba a un prostíbulo por lo transitado que estaba . Reafirmé que no me pertenecía, y recomendé uvas pasas para su memoria. Me fui riendo: la situación no pudo parecerme más cómica .

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi no me habría hecho ninguna gracia, la verdad. Un buen amante no debería olvidar nunca el cinturón que llevas puesto. (Otras cosas da igual en estos casos, pero jamás el cinturón).
Si lo quitó despacio, por el tiempo dedicado, si lo quitó rápido, por ese inolvidable fogonazo.
Si no llevabas, pues ni te cuento... :)

A otra cosa mariposa.

Vodquila dijo...

Creo que tienes un gran amante, de los que devuelven las cosas olvidadas en su apartamento.

Anónimo dijo...

Si él te conociera bien, sabría que no llevas nunca cinturón...Tú, como siempre, distinta a las demás.

M. Román Espín dijo...

Queridas amigas:
La categoría de amante le queda grande a este chico. Por otra parte, bien podría haberse encontrado un objeto de mi agrado que pudiese haberme quedado.
Besos