martes, 26 de marzo de 2013

Elogio de la patafísica


La patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias; no es tanto una burlona superación de la metafísica como una percepción del mundo, una recusación del positivismo, una reacción bufonesca contra la doctrina del progreso en la época. 
Los principios de la ciencia patafísica sostienen que “todo puede ser su opuesto”, que “la esencia del mundo es la alucinación”, que “todos somos innobles”, que “nada parece nunca lo que es”, que “todo fenómeno es individual, defectuoso e inagotable”, y que “todo saber es siempre personal y válido para un instante”. 
Todavía hoy se siguen pregonando programas políticos de la ciencia que la suponen universal, generalizable, útil y aplicable. Pero si se quiere dar cuenta de la particularidad de las cosas y de la singularidad de los seres humanos se necesita un ideal de ciencia muy distinto al hasta ahora conocido y dominante. Una ciencia de lo singular detecta y celebra las excepciones al orden regular de la naturaleza y de la sociedad. Tal ciencia afirma la inevitable diferencia y superabundancia de cosas y seres y lenguajes únicos en sí mismos. Las cosas, antes o después, se deforman, derriten o mutan: están allí para incitar a los hombres a aceptar y agradecer un mundo excepcional.
La patafísica es un elogio de la curiosidad, lo cual nos devuelve a la motivación originaria de la ciencia, hoy obturada por metodologías y modas académicas. Aunque lo maravilloso, la excepción inclasificable y la unicidad asombrosa carezcan de legitimidad para quienes operan con conceptos generales, no otra cosa hay en el inventario del mundo. 



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