viernes, 12 de septiembre de 2008

Las bicicletas son para el otoño

Hay una serie de acciones que considero sumamente difíciles y que el resto de los mortales realizan sin ningún tipo de esfuerzo. Cocinar, atravesar un puente (cada vez que me veo obligada a pasar por uno no puedo evitar acordarme de la explicación que ofrece Kundera sobre el vértigo y el abismo en La Insoportable levedad del ser), o montar en bici suponen para mí todo un desafío.
Observo a los ciclistas con envidia, no sé como pueden mantener el equilibrio cuando sus pies no llegan al suelo. Me encanta pasear, el camino de ida y regreso al trabajo es uno de los pocos momentos del día en los que puedo ensimismarme en mis pensamientos o bien observar el grandioso espectáculo que ofrece la cotidianeidad, pero quiero ser capaz de conseguir manejar un vehículo porque resulta sumamente práctico (de conducir coches ni hablamos, me niego en rotundo, no tengo ninguna necesidad  y a pesar de todo, sigo creyendo en el transporte público). 
En mi paseo hacia el trabajo me he fijado en una pequeña bicicleta azul que estaba en el escaparate de una tienda, parecía que me llamaba, estaba allí para mí, esperando a ser descubierta y a que la comprase.
Quiero vencer a la gravedad y a mi torpeza y aprender a montar. Si he conseguido aprender algunas recetas y alguna vez pasar el puente de Triana sin cerrar los ojos, podré conseguir este nuevo reto que me he propuesto.

2 comentarios:

Goretti Redondo dijo...

los paseos en bici parecen más esclarecedores para los pensamientos.La próxima vez que nos veamos deberíamos saber movernos sobre dos ruedas. un besito enorme meri!!!

M. Román Espín dijo...

Mi querida Goretti:
Venceré mis mieditos y así será.
Un besote enorme