"¿Por qué será que quienes han destacado en filosofía y otras artes son individuos melancólicos". Aristóteles.
El planteamiento pesimista de la existencia es el que ha primado en el mundo de las cavilaciones metafísicas. Tal vez sea porque como afirmó Kierkegaard "aunque en verdad todos estemos igualmente desesperados, las personas que estudian la vida son las que verdaderamente experimentan la desesperanza".
Puede que como dijo Alexander Pope, "si agudizamos mucho nuestro sentido del olfato, al oler una rosa podemos morir de una sobredosis de aroma". Por ello he decidido seguir el consejo de Unamuno: "todos deberíamos aprender a ponernos en ridículo ante los demás y ante nosotros mismos". Para ilustrar esta idea utilizó la siguiente anécdota: "murió Don Quijote y bajó a los infiernos, y entró en ellos lanza en ristre, y libertó a todos los condenados, como a los galeotes. Cerró sus puertas y quitando de ellas el rótulo que allí viera Dante -abandona toda esperanza- puso el que decía ¡Viva la esperanza!, y escoltados por los liberados que se reían de él se fue al cielo".
Puede que no sean nuestras ideas las que nos hacen optimistas o pesimistas, sino que nuestro optimismo o nuestro pesimismo, de origen fisiológico o patológico tanto el uno como el otro, son los que hacen nuestras ideas.
Sospecho que si muchos filósofos se escaparan de la clausura de sus mentes antes de construir sus teorías y observaran de cerca a los seres de carne y hueso tendrían una perspectiva más positiva y realista de la existencia.
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